Invitados por el Euskal Herriko Karlista Alderdia (EKA), emprendimos viaje hacia Donostia-San Sebastián para estar presentes en la conferencia que Santiago Merino, director adjunto REVES y letrado del Consejo Superior de Cooperativas de Euskadi (CSCE/EKGK), iba a impartir el el círculo de esa ciudad. A nuestra llegada nos encontramos con compañeros de EKA, del Partido Carlista de Madrid, del País Valenciá, así como integrantes del colectivo Carlistas X la Autogestión.
La conferencia llevó como título, “Construyendo la utopía, comunidad, socialismo y autogestión” y estuvo estructurada en 8 apartados con el siguiente contenido:
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La cooperación entre las personas. Este punto incidió en que la característica del ser humano es el hecho de compartir su comportamiento, de cooperar hacia el futuro y que la cooperación, en los términos descritos, es un fenómeno básicamente humano, incorporado de alguna forma a nuestros genes (de base biológica)
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Los primeros modelos: la Comunidad como motor de vida de las personas. Siendo inabarcables, se puso como ejemplos el de las “colectividades agrarias” en la Babilonia del 3000 antes de Cristo”, las asociaciones de maestros y artesanos en la era del antiguo Egipto y ya en la Edad Media se citan igualmente las sociedades de drenaje, riesgos y construcción de diques en Germania; los pastos colectivos y asociaciones de pescadores en Rumanía, etc.
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Los reformadores sociales. Como primeros teóricos y percusores del movimiento cooperativo se citaron a el holandés Peter Cornelius Plockboy y el inglés Jonh Bellers y a Jean-Henri Pestalozzi, quien en 1783 describiría la actividad económica basada en la ayuda mutua y en el esfuerzo personal. Se nombró a el pensador y humanista Tomás Moro (1478-1535) quien a través de su obra “Utopía” (1516) trazó lo que él entendía como un mundo perfecto, y que de alguna forma posteriormente fueron adaptando a su entender muchas comunidades de convivencia. Los falansterios de Charles Fourier (1772-1837) antecedente del cooperativismo de vivienda o, por lo menos, de las comunidades de vida en el trabajo como forma de llegar al bien de la colectividad.
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El origen del cooperativismo. Este punto versó de como el cooperativismo se convirtió en un instrumento de reacción frente a los desajustes que producía la industrialización y en general el incipiente capitalismo. Se dio por hecho que no fue el único, ya que coincidió en la época con otros fenómenos de respuesta que, como el cooperativismo, han llegado a nuestros días, como son el sindicalismo y el socialismo.
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El socialismo premarxista. Como referencia en este punto, se habló de Robert Owen (1771-1858), considerado como uno de los precursores del llamado cooperativismo moderno y en cierta forma discípulo de Henri de Saint-Simon (1760-1825), a partir de cuya teoría las doctrinas cooperativas empiezan a perfilarse con características diferenciadas. Estas características son entre otras la asociación voluntaria y democrática, retribución limitada al capital, neutralidad política y religiosa, y promoción de la educación. a William King (1786-1865) -discípulo de Owen-, que propugnó la creación de aldeas cooperativas basándose en el principio de voluntariedad,
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Rochdale: la primera cooperativa. El 24 de octubre de 1844 registraron en Londres sus estatutos los 28 pioneros (27 hombres y una mujer), de la mano de su presidente, Miles Asworth, como respuesta organizativa a una situación de límite de la supervivencia.
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Sobre el cooperativismo vasco en Euskal Herria. La importancia del cooperativismo vasco, sobre todo de trabajo asociado (referencia mundial); y las sociedades populares (la cooperativización del ocio), además de otras formas de organizarse de carácter autóctono.
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Debate sobre el pensamiento utópico y el futuro. Para finalizar la exposición y como último aporte este apartado se centro en la pérdida de protagonismo de la comunidad y de la persona como realidad. La vis atractiva material del Estado liberal y del mercado. El cuestionamiento de las teorías expuestas en “El fin de la Historia y el último hombre” (1992) por Francis Fukuyama. Frente a ello, la tradición y la realidad carlista hoy. “La tradición nace de la vida. Es la continuidad de la vida misma. Toda vida cuaja en un conjunto de experiencias y de obras que perduran cuando el hombre que las realizó y cosecho desaparece de la escena de los vivos. Toda existencia humana labra un tesoro transmisible a los hombres que vendrá después, siendo cabalmente la cualidad de herederos de ese tesoro acumulado por las generaciones anteriores lo que distingue al hombre de los animales” (Enrique Gil R.). El arraigo con la tierra, la comunidad, la ideología y la libertad como motores de cambio social. El socialismo (el socialismo en libertad) puede y debe ser otra cosa. No solo existe el llamado socialismo estatalista. La autogestión como realización de la persona, como fórmula de justicia y solidaridad individual y colectiva. La autogestión como motor del cambio individual y colectivo.
Un tema apasionante para un mundo en el que se oculta cualquier alternativa al modelo imperante y que entronca, tanto con el carlismo primitivo, como en la modernización de su línea programática.