El 9 de mayo de 1950, Robert Schuman, en un llamamiento a los países europeos, propuso que los que estuvieran de acuerdo, se sometieran a una única autoridad común en el manejo de sus producciones de acero y carbón. Este llamamiento, daría lugar a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero y se le considera el inicio del proyecto de la integración europea.
Posteriormente, en el año 1957, en el camino hacia la nombrada integración, llegaría la firma de los Tratados de Roma, el Tratado de Maastrich o de la Unión Europea en el año 1992 y finalmente el Tratado de Lisboa del 13 diciembre de 2007 con el que la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, pasó a ser vinculante jurídicamente para todos los Estados miembros.
Hoy, en pleno siglo XXI, concretamente el próximo 9 de junio de 2024, los europeos estamos nuevamente llamados a ejercer el voto para de esta manera elegir a nuestros representantes en el Parlamento Europeo. Ante este ejercicio de democracia que es ejercer el voto y la responsabilidad que ejercerlo conlleva, los carlistas queremos hacer las consideraciones que detallamos a continuación.
La Europa que tenemos
Nos enfrentan a unas nuevas elecciones al Parlamento Europeo, Órgano consultivo y no vinculante de la UE, cuyas decisiones dependen de las que a su vez apruebe el Consejo de Europa, por tanto, una falsedad más, como falsos son los principios aprobados por la Constitución de 2009 y que en su día ya denuncio el Partido Carlista. Analizando las políticas llevadas a cabo desde esa fecha volvemos a denunciar como la base de su existencia ha ido acomodando sus principios en detrimento de políticas solidarias y a favor de las puramente económicas y de defensa.
Así, hemos visto crecer una Europa defensiva en la incorporación de los países del Este, países que por si situación interna en algunos casos (Polonia y Hungría principalmente) no han sabido ni querido adaptarse a los principios migratorios constitucionales y cuya política interna se aleja de ellos, encontrando su fuerza en la necesaria contención defensiva más que humanitaria. Hoy por hoy sus radicalismos de derechas hacen peligrar los principios democráticos de una Europa en crisis social.
La Creación de la Agencia Europea de Armamento Investigación y Capacidad Militar, nos dejaba claro en su día el camino marcado por intereses económicos que no defensivos y la crisis de Ucrania ha destapado una realidad que se sigue encubriendo como solidaridad cuando se trata de puro mercantilismo. El apoyo de la Unión Europea en el conflicto no es más que testimonial, son sus miembros los que de manera individual deciden como y en qué manera responden a la agresión rusa; centrémonos en España.
La postura española ha marcado desde un principio su respaldo a Ucrania con la admisión de refugiados, siempre conforme a los cupos establecidos por el Consejo y no cumplidos en algunos casos. La solidaridad económica es indispensable para el freno al expansionismo ruso y España, como otros no ha dudado en ofrecer su respaldo. Son mil millones la ultima aportación, condicionados a su reinversión en material bélico de fabricación nacional, una vez más queda patente la priorización de los intereses económicos frente a los puramente humanitarios.
La Europa que queremos
La nueva convocatoria electoral europea podría, debería ser una buena ocasión para abordar la preservación de la esencia cultural que constituye el substrato básico de la singularidad del ser europeo: la plena aceptación de la multiplicidad de culturas que lo componen, su potenciación y, en definitiva, su puesta en valor como base fundamental de la permanencia cultural y hasta política de la Unión.
Sin embargo tal elemento básico se elude o se plantea muy tangencialmente. Es recomendable para alcanzar una clara comprensión del problema revisar la propia “Constitución para Europa”. En ella tan solo podemos encontrar unas breve referencias, muy superficiales y de mero compromiso respecto a las culturas y mas concretamente de los aún supervivientes idiomas “regionales” en cuanto a la obligación de preservar eficazmente su conservación y necesaria enseñanza, y así en su articulo 82 tan solo establece que “La Unión respeta la diversidad cultural, religiosa y lingüística”, articulo de eficacia y cumplimiento muy desvaído y hasta nulo puesto que en la práctica el aniquilamiento de tales lenguas es un ejercicio efectivo como sucede actualmente en Córcega con el idioma corso, en el Rosselló con el anticatalanismo hoy continuado por el presidente Macrón, en el País Valencià mediante las medidas de su gobierno de PP y VOX, en Italia con sus varias lenguas particulares…, todo ello en contra o al menos ignorando lo que se dice en el art. 280,4 de igual norma constitucional que establece la vigilancia mediante disposiciones “a fin de respetar y fomentar la diversidad de sus culturas”.
Lo referente a la educación y respeto/fomento de los idiomas “regionales” es fundamental, pero como se ve, y pese a ser un factor básico para preservar la riqueza cultural europea, mantiene un sesgo tangencial y sin valor suficiente en cuanto a aplicación y vigilancia para la subsistencia de factor tan esencial en el mantenimiento de la plurinacionalidad intrínseca y constituyente de la realidad europea. Es significativa tal subsidiaridad de lo “regional” según lo que en el art. 388 de la ya mencionada “Constitución para Europa” referido al “Comité de las Regiones” y en el que este “será consultado” especialmente en los casos “que afecten a la cooperación transfronteriza”, o sea ni la menor referencia a las situaciones que afecten a la cultura, lengua y demás características nacionales de las “regiones” de Europa.
Se precisa un fortalecimiento de la base tanto histórica como cultural de las partes sustanciales y diferenciales europeas de sus componentes no ya estatales sino “nacionales”, especialmente de las idiomáticas, solo así, en tal diferenciación efectiva se podrá fundamentar una definitiva estructura “nacional” de la Europa que todos deseamos: libre, culturalmente fiel a sus raíces y que solo así podrá mantener y alcanzar el camino de regeneración y plena justicia para lo que nació la Unión Europea y que es necesario definitivamente construir con base en la plural variedad de todos sus componentes, y que no solo ha sido histórica sino cultural en todas sus facetas. Hay que insistir en ello mostrándonos beligerantes en la defensa de todos nuestros antecedentes históricos en las actuales vivencias culturales que nos diferencian y nos fortalecen.
La Europa que no queremos
La situación de la extrema derecha en Europa se está perfilando como un factor significativo en las elecciones al Parlamento Europeo de 2024. Varias tendencias y desarrollos indican un aumento en el apoyo a estos partidos en varios países europeos.
En países como Italia, Suecia y Finlandia, los partidos de extrema derecha ya han conseguido formar parte del gobierno. En Italia, por ejemplo, Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni ha asumido un papel central en la coalición gobernante. En Suecia, los Demócratas Suecos tienen una influencia considerable en la política, y en Finlandia, el partido de los Finlandeses se ha unido a la coalición gubernamental. (euronews) (NueSociedad).
A nivel del Parlamento Europeo, se espera que los grupos de derecha radical, como Identidad y Democracia (ID) y los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), aumenten su representación. Se pronostica que el ID podría llegar a ser el tercer grupo más grande, con alrededor de 100 escaños, mientras que el ECR también se beneficiará de un aumento, especialmente impulsado por partidos como Fratelli d’Italia y Vox de España, (ECFR) (NueSociedad).
Este incremento en la influencia de la extrema derecha refleja una mayor fragmentación y polarización en el panorama político europeo. Factores como la inmigración, la economía, y el descontento con los partidos tradicionales están siendo aprovechados por estos partidos para ganar apoyo. En particular, temas como la inmigración y el euroescepticismo han sido claves para atraer a votantes desilusionados con las soluciones ofrecidas por los partidos convencionales.
En resumen, las elecciones de 2024 probablemente reflejarán un cambio significativo en el equilibrio de poder en el Parlamento Europeo, con un notable ascenso de la extrema derecha y una posible reconfiguración de alianzas y coaliciones políticas. Esto podría llevar a un Parlamento más fragmentado y complicado de manejar, con implicaciones importantes para la futura dirección de la Unión Europea.
El voto pieza clave en la construcción de Europa
Votemos pues nuevamente para dar carácter de representatividad a un Órgano consultivo, porque las fuerzas en él representadas serán en un futuro próximo el espejo de las realidades individuales de todos y cada uno de los países miembros y la mala gestión de la supra confederación europea puede ser la causa del retroceso social y político que hoy amenaza a la nueva Europa.