Dicen que no hay mucho que contar sobre el carlismo. Sin embargo, se podrían escribir miles de páginas sobre los 190 años de carlismo en España. Existe un gran desconocimiento acerca de esta parte de la historia del país. El carlismo forma parte de nuestro pasado y el pasado nos persigue en nuestro día a día. Un filósofo español, Santayana, dijo: “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”. No sabemos si el carlismo resurgirá como el ave fénix, pero lo que sí se sabe es que es una parte olvidada de la historia y se debe recordar.
Se piensa que de la época carlista ha pasado mucho tiempo aunque a nivel histórico es muy poco. También dicen que el carlismo ha desaparecido, la realidad es que sigue vivo y late en el corazón de cientos de personas. Una de ellas es Ernesto Pérez Górmaz (Terrer, 1950). Español, aragonés, hijo, padre, abuelo, amigo, vecino y carlista. Su sentimiento hacia esta ideología viene por parte de su familia materna y siendo muy joven se afilió al Partido Carlista. Él es un carlista en el siglo XXI.
No tener voz ni voto. Esto lo conocen muy bien los carlistas. En estos casi 200 años de historia han estado perseguidos y han vivido durante años callados y escondidos. En las tres guerras civiles carlistas fueron derrotados, durante la II República (1931-1939) muchos carlistas conocieron la cárcel y otros el exilio. En la Guerra Civil (1936-1939) tuvieron un papel relevante para que venciera el bando sublevado, pero durante la dictadura franquista, una vez más, fueron silenciados. En la transición consiguieron la libertad para hablar, pero en 1977 no se legalizó el Partido Carlista. Esta es la historia de la supervivencia de una ideología para algunos caduca, la lucha del carlismo para que perdure en el tiempo. La lucha de un carlista en el año 2023.
Pero para entender el porqué del carlismo es necesario remontarnos al siglo XIX. El carlismo surge como defensa de los fueros y por el problema dinástico tras la muerte de Fernando VII que originó una gran disputa entre Isabel II (hija de Fernando VII) y Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII). El lema de los carlistas en aquella época era: Dios, patria, fueros y rey. El conflicto dinástico originó tres guerras civiles, que no carlistas, porque pelearon españoles contra españoles. La cruda realidad es que la Guerra Civil de 1936 tapa todas las guerras civiles anteriores. Ernesto Pérez cree que es culpa del régimen franquista que realzó esta última porque es la que ganaron. También piensa que creer que las guerras solo se originaron en el norte del país es el resultado de los planes de educación franquistas. Por otro lado, Ernesto Pérez explica que la lucha de estas guerras civiles se origina en el pueblo a causa del hambre. “La gente del pueblo no se fue de su casa al campo de batalla para defender los derechos de un rey, lucharon para defender sus derechos, para poder echar carne al puchero”, asegura Pérez.
Durante muchos años, vivieron reprimidos y en una constante persecución. Hasta 1936, cuando participan en la guerra civil a favor del bando sublevado. Muchos les llaman fascistas, piensan que los carlistas se unieron al bando sublevado porque apoyaban a Franco, aunque la realidad es que lo hicieron para defender su derecho a practicar la religión católica. “Si algo tenían claro los carlistas era su fe en Dios”, explica Ernesto Pérez. Esto se debe a que durante la II República la izquierda decidió atacar a la Iglesia, a los curas y a los que iban a misa. Un compañero de Ernesto, veterano carlista decía: “Yo hubiera ido a la guerra, aunque solo hubiera sido para que mi hermana pudiera ir tranquila a misa”. Con rotundidad, Pérez comenta que la historia que hoy conocemos se ha manipulado, los carlistas no salieron a la calle para imponer una dictadura.
Carlos Hugo de Borbón-Parma es considerado por una parte de los carlistas el último pretendiente. Este rechazó la cuestión dinástica y se centró en darle al partido un contenido político. Para ello, cambió el lema del siglo XIX por, “libertad para escoger, socialismo para compartir, federalismo para convivir y autogestión para decidir”. Durante esta época, hay una escisión en el carlismo. Al carlismo mayoritario de Carlos Hugo y el Partido Carlista (izquierda socialista), se le enfrenta Sixto Enrique, hermano de Carlos Hugo, y su Comunión Tradicionalista (extrema derecha). Ernesto aclara que a esta rama del carlismo se les puede llamar fascistas. Yo con estos no me sentaría a almorzar”, manifiesta Ernesto Pérez.
Muchas cosas en la vida dan miedo. Ernesto Pérez sintió miedo de verdad en 1976, en el atentado de Montejurra. “Oí las balas por encima de mi cabeza”, afirma Pérez. Murieron dos personas. En aquel momento, el gobierno confirmó que este enfrentamiento fue entre facciones rivales. La realidad es que en enero de 2023 se publicaron documentos del Gobierno Civil de Navarra datados de 1976, en el que se revela que el gobierno de Arias Navarro elaboró junto al sector tradicionalista del carlismo este atentado. 27 años de lucha hasta que la Audiencia Nacional en 2003 reconoció a los dos asesinados en Montejurra como víctimas de terrorismo. Como consecuencia de los atentados de 1976, muchos militantes se marcharon del partido; algunos a ETA, otros fundaron Unión del Pueblo Navarro, otros al Partido socialista. Solo unos pocos se quedaron en el Partido Carlista.
No se puede entender la historia del Partido Carlista sin hablar de su no legalización en 1977. El Partido Carlista, junto a la Liga Comunista Revolucionaria (partido radical de izquierda), fueron los dos únicos partidos no legalizados en la transición. El motivo por el que el Estado no lo legalizó fue por considerar que el partido pretendía desestabilizar el sistema. “El sistema nos quería eliminar y nos eliminó”, sentencia Pérez. A pesar de esto, los carlistas se presentaron ese mismo año con el mismo programa político como Frente Autonomista. Mismo perro con distinto collar. Un año después, se legalizó el partido, pero desde 1978 no han tenido posibilidades ni fuerza para tener representación parlamentaria.
Traición. Esto sintieron los carlistas un año después, en 1979. Carlos Hugo de Borbón-Parma decidió irse del partido. Ernesto Pérez pasó de sentir admiración por él a decepción. Le escribió una carta donde se refleja el sentimiento que le produjo su dimisión. Entre algunas de sus líneas, se puede leer: “Ustedes hicieron de carlistas mientras nosotros lo somos. A cualquier militante le sobran la lealtad, fidelidad y respeto que a usted le faltan”. Nunca recibió respuesta.
Actualmente, la lucha del carlismo continúa. En Aragón, el Partido Carlista de Aragón no tiene entidad legal pero Pérez comenta que “existirá dentro de poco porque buenas perras nos está costando”. El Partido Carlista apoya la autodeterminación. Por ello, defienden el referéndum catalán, consideran que los catalanes tienen que ir a las urnas para elegir su futuro. En cuanto a la monarquía actual, están en contra de esta dinastía Borbónica por dos motivos: la consideran de la rama usurpadora y porque la impuso un dictador.
Ahora, el Partido Carlista es un partido minoritario. Son tan pocos que tienen problemas para presentarse en las elecciones por falta de candidatos. En las últimas elecciones generales de España no se han presentado. Para Ernesto Pérez, el carlismo tiene mucho que aportar a la política española. “Sobre todo, sentido común, coherencia y un poco de seriedad”, aclara. Hoy por hoy, es complicado que los carlistas se sientan representados en el congreso. Ernesto se pregunta: ¿A quién voy a votar si solo acumulo rencor? Por otro lado, si no hay relevo generacional el partido podría morir. “No sé qué pasará con el partido, lo que sí tengo claro es que los que estamos somos bastante cabezones para estar aquí hasta última hora”, confiesa Pérez.
Muchos se preguntan si ha valido la pena tanto sacrificio y sufrimiento. Otros se preguntan por qué continúan. Lo que no se preguntan jamás los carlistas es si deberían irse de este partido político a otro y es que hay mucho de emocional en lo que queda en la militancia del partido. Puede que el carlismo desaparezca algún día, pero eso ahora no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que si solo se libraran las batallas que creemos posibles nos aburriríamos mucho.
Esther Lallana Elvira