Soberanía y corona

A juzgar por las encendidas -aun cuando un tanto melifluas- crónicas leídas, escuchadas y vistas a lo largo de la presente semana con motivo de la toma de posesión de su cargo por parte de la “heredera” de este reino cuya gobernación, por otra parte, está siendo tan disputada y controvertida durante los últimos tiempos, podría decirse que el mayor activo a favor de la citada va a resultar ser su edad y apariencia física. Y ello a pesar de que el caqui del uniforme no contribuya especialmente a mejorar su figura.

Con motivo de la celebración de la ceremonia de marras los españoles del montón que tanto durante el siglo XX como en lo que llevamos del XXI hemos venido aspirando a ser considerados y tratados como ciudadanos “normalitos” de un Estado medianamente democrático, acabamos de asistir un tanto sorprendidos a las disquisiciones y razonamientos vertidos en torno a ese concepto tan etéreo como siempre lo ha sido el de la “soberanía”, sobre la que no acabamos de entender muy bien si es que la compartimos a medias con la que tiene la sangre de color azul, o si se trata más bien de que esta última nos va a otorgar -graciosamente- una pizquita de soberanía aunque sea a cambio de que nos comprometamos formalmente a respetar sus derechos inalienables a asumir la Corona que, por lo visto, le pertenece “de jure”.

Creo que corren malos tiempos no sólo para la lírica sino también para opinar serenamente acerca del país que queremos para este momento y para el futuro. Basta con observar cual está siendo la reacción del partido popular frente al asunto de la amnistía que lleva entre manos el gobierno “en funciones”: todo se reduce a proferir voces estentóreas, insultos, amenazas, y a utilizar la calle para manifestarse sin un motivo fundado y coherente, como no sea el del cabreo que les ha producido el resultado y consecuencias de las elecciones generales del pasado día 23 de julio. El PP y Vox en primer término, una gran parte de los medios de difusión en segundo lugar y, lo que es peor, una parte de las asociaciones judiciales y de los sindicatos de las Fuerzas de Orden Público así como los consabidos poderes fácticos de siempre dijérase que se encuentran en pie de guerra en este preciso momento. Cualquiera diría que todo este conglomerado de gentes son las que realmente han disfrutado siempre de la soberanía en nuestro país, y no están por la labor de de que sean otros los que les releven en esa tarea.

Sorprende no tanto, pero genera bochorno, indignación e incluso pena la última reacción de los miembros del Consejo General del Poder Judicial nombrados en su día a propuesta del PP los cuales, por cierto, llevan “okupando” sus cargos durante casi cinco años de forma ilegal e incluso inconstitucional. Y ahora, para rematar, se atreven a afirmar que la ley de amnistía, en el caso de ser aprobada, supondría la “abolición del Estado de Derecho”. Vamos, que si del C.G.P.J. dependiera aquí sobra el Tribunal Constitucional y sobra el Parlamento. ¿Y qué añadir respecto de la Justicia a secas? Pues que… ¡peccata minuta!.

Miguel Ángel Jiménez Martínez

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